por Carlos Godoy Martínez, CEO de Grupo 4ever
Muchos recordarán un antiguo comercial por allá en 2011 que finalizaba con una divertida frase: “Chao jefe”. La publicidad se refería al hecho de ganar el premio máximo de una lotería.
Simpática frase que a muchos nos quedaba rondando en la mente. Algunos anhelaban ser el afortunado en ganar tan suculento premio. Otros imaginaban la situación de estar frente a su jefe, pensando en cómo sería la sensación de pronunciar esta expresión que, en simple, significaba no depender más de la empresa para la que se encontraban trabajando.
En aquel entonces, me encontraba gerenciando el área de planning e inteligencia de negocio en una empresa de retail. Hacía ya más de ocho años que trabajaba allí, y cada vez me sentía más preparado para no depender de algo o alguien. Observaba que tenía capacidad resolutiva, de negociación, de liderazgo de equipos, y consideraba que sería capaz de crear algo desde cero. Todo con el objetivo de que, al día de mañana, lograra dirigir y liderar de la misma forma, pero desde un rol más independiente.
No me quitaba el sueño crear una idea de negocio única —de esas que algunos genios logran y con las que trascienden sus vidas—. En mi situación personal y conociendo mis capacidades, sí tenía el convencimiento de que podría comenzar una empresa en algún rubro existente y que, para trascender, requeriría hacerlo mejor que la competencia, con mucho esfuerzo y perseverancia.
Así fue que un día me vi conversando frente a este jefe, a quien relaté que, hacía ya un buen tiempo, en mis ratos libres —como fines de semana y, a veces, festivos— me encontraba participando de una sociedad que había creado con mis propios recursos y, por qué no decirlo, con mis propias manos. Internamente, sabía que había alcanzado una seguridad financiera que me permitiría hacer frente a cualquier reacción por parte de mi interlocutor.
Afortunadamente, todo finalizó en armonía y logré vivir la experiencia de contarle a un empresario destacado que yo comenzaba a trazar mi propio camino como independiente.
Hasta aquí, describo una historia que tal vez alguien desearía poder experimentar algún día. Y la verdad es que, si cada quien lo propone como un objetivo, es realizable. Sin embargo, y como dijera en alguna entrevista un reconocido colega: “El camino del emprendimiento no está pavimentado de flores; de lo contrario, muchos serían los emprendedores”.
Es fundamental buscar la eficiencia. Un profesor de universidad me dijo una vez que “lo más importante es el flujo de caja”. Una verdad absoluta que, en tiempos de ajuste económico, nos ha permitido sostener nuestra empresa. El flujo de caja no es solo una planilla en Excel, sino que implica acuerdos bien pensados, habilidades de negociación y atención a múltiples factores, entre otros.
Finalmente, y conectando la maravillosa labor de generar fuentes de trabajo, de añadir una cuota de cariño en lo que realizan quienes se atreven a emprender, es esencial que nuestras autoridades —en el diseño de políticas públicas— contemplen segmentaciones pro pymes.
Queremos mejores salarios: pongamos atención al crecimiento, a la productividad y, como resultado de ello, implementemos beneficios laborales de manera proporcional. Lo anterior, pensando en que las grandes empresas pueden absorber con más facilidad estas mejoras. Así, facilitamos que, en un mediano plazo, nuestros emprendedores puedan también convertirse en grandes empresas que signifiquen un tremendo aporte a nuestro querido país.




