Por Magaly Álvarez, Directora de Revista e-Negocios
En momentos de incertidumbre, cuando las estructuras que dábamos por estables se debilitan, la colaboración deja de ser una opción para convertirse en una necesidad. Las crisis —económicas, sociales, climáticas o sanitarias— nos interpelan como individuos, pero sobre todo como comunidad. Y es justamente en ese escenario desafiante donde la fuerza de lo colectivo revela su mayor poder transformador.
En el mundo empresarial, solemos hablar de competitividad, eficiencia y resultados. Pero cuando las condiciones se tornan adversas, los liderazgos que marcan la diferencia no son aquellos que compiten a toda costa, sino los que abren espacios para el trabajo conjunto, el diálogo y la construcción de alianzas estratégicas. Porque colaborar no es solo unir fuerzas, es también compartir responsabilidades, empatizar con las realidades del otro y apostar por soluciones sostenibles que consideren el bien común.
La historia reciente nos ha dado innumerables ejemplos de empresas, emprendedores y organizaciones que encontraron en la colaboración no solo una forma de resistir, sino de reinventarse. Desde redes de apoyo entre pymes para enfrentar la escasez de insumos, hasta alianzas público-privadas que aceleraron procesos de digitalización o respuesta social. Cada gesto colaborativo ha sido un recordatorio de que nadie se salva solo.
Chile, y América Latina en general, tiene un potencial inmenso cuando se trata de capital humano, creatividad y resiliencia. Pero si queremos avanzar hacia un desarrollo realmente inclusivo, debemos fortalecer una cultura de colaboración que trascienda sectores y rompa silos. Desde la academia hasta el Estado, desde la gran empresa hasta el emprendimiento de barrio, todos tenemos algo que aportar.
En tiempos difíciles, colaborar es resistir con sentido. Es sembrar confianza en terreno incierto y construir redes que sostienen cuando el camino se vuelve empinado. Hoy más que nunca, necesitamos liderazgos valientes que pongan el “nosotros” al centro de la estrategia. Porque la salida no es individual. La salida, si queremos que sea duradera, será siempre colectiva.